Saúl, impulsado por los celos y el miedo a perder su reino, persigue incansablemente a David. David, quien ha sido ungido por Samuel como el futuro rey, se ve obligado a huir de la ira de Saúl. A pesar de enviar múltiples grupos de mensajeros para capturar a David, los esfuerzos de Saúl son frustrados, ya que cada grupo es dominado por el Espíritu de Dios y comienza a profetizar en lugar de capturar a David. En un intento final, Saúl decide ir personalmente a Ramá, demostrando su desesperación y determinación por eliminar a David.
La gran cisterna en Seku sirve como un hito significativo en esta narrativa, marcando el viaje de Saúl y su resolución de encontrar a David. Al llegar a Ramá, Saúl pregunta por el paradero de Samuel y David, indicando su intención de confrontarlos directamente. La respuesta que recibe, que están en Naiot en Ramá, sugiere un lugar de santuario y protección divina. Este pasaje destaca los temas de intervención y protección divina, ya que Dios continúa protegiendo a David de los intentos de Saúl, enfatizando que los planes de Dios no pueden ser frustrados por acciones humanas.