En el segundo capítulo, Pedro continúa desarrollando la identidad de los creyentes como un pueblo elegido y un sacerdocio real. Utilizando la metáfora de las piedras vivas, les recuerda que, al acercarse a Cristo, son edificados en un templo espiritual. Este llamado a la santidad implica un rechazo de las pasiones carnales y un compromiso con la verdad de Dios. Pedro también exhorta a los creyentes a vivir de manera ejemplar entre los no creyentes, para que, al ver sus buenas obras, glorifiquen a Dios. Este capítulo destaca la importancia de la comunidad cristiana y su testimonio en el mundo, así como la dignidad y el propósito que tienen como hijos de Dios.
1 Pedro capítulo 2
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