En este versículo, Dios manifiesta su inquebrantable fidelidad a sus promesas al asegurar que la descendencia de David continúe teniendo presencia en Israel. A pesar de que Salomón se apartó de Dios debido a su idolatría, Dios sigue comprometido con el pacto que hizo con David. Esta decisión de preservar una tribu para los descendientes de David subraya la importancia de Jerusalén y la relación especial de Dios con la ciudad y su pueblo. Sirve como un poderoso recordatorio de que las promesas de Dios son duraderas y no dependen de la fidelidad humana. Sus planes y propósitos son firmes, arraigados en su amor y compromiso con su pueblo. Esta certeza de la fidelidad de Dios ofrece esperanza y estabilidad, mostrando que incluso en tiempos de fracaso o infidelidad, el amor del pacto de Dios permanece.
Mas tomará el reino de su mano, y daré una tribu a su hijo, por amor de David mi siervo, y por amor de Jerusalén, la ciudad que he elegido.
1 Reyes 11:32
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