En este pasaje, el apóstol Juan enfatiza la realidad y la tangibilidad de la vida de Jesucristo. Se refiere a Jesús como 'la vida' que apareció, subrayando la encarnación: Dios hecho carne en la persona de Jesús. Juan y los otros apóstoles fueron testigos presenciales de la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús. Su testimonio no se basa en rumores, sino en una experiencia directa. Proclaman a Jesús como la fuente de la vida eterna, que estaba con el Padre antes de ser revelada al mundo. Esta vida eterna no es solo una promesa futura, sino una realidad presente disponible a través de una relación con Jesús. El versículo destaca la continuidad de la naturaleza divina y la misión de Jesús, cerrando la brecha entre Dios y la humanidad. Al compartir este testimonio, los apóstoles invitan a otros a participar en la vida eterna que Jesús ofrece, fomentando una conexión más profunda con Dios y un viaje espiritual transformador.
(Porque la vida fue manifestada, y hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó.)
1 Juan 1:2
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