Pablo se dirige a los corintios recordándoles la sagrada tradición de la Cena del Señor, que recibió directamente del Señor y que les transmitió fielmente. Subraya la importancia de esta práctica al resaltar su origen divino. En la noche en que Jesús fue traicionado, tomó pan, significando el inicio de un nuevo pacto a través de su inminente sacrificio. Este momento es crucial, ya que marca la institución de la comunión, una práctica destinada a unir a los creyentes en recuerdo del amor y sacrificio de Cristo. Al participar en la Cena del Señor, los cristianos son invitados a reflexionar profundamente sobre el significado de la muerte y resurrección de Jesús, que traen salvación y esperanza. Este acto de partir el pan juntos no es solo un ritual, sino una profunda expresión de fe y comunidad, recordando a los creyentes su identidad compartida en Cristo y su llamado a vivir en unidad y amor.
El contexto de este versículo también sirve como un recordatorio de la humildad y el servicio de Jesús, quien, incluso frente a la traición, eligió ofrecerse por el bien de la humanidad. Anima a los creyentes a acercarse a la Cena del Señor con reverencia y un corazón agradecido, reconociéndola como un medio para acercarse a Dios y a los demás.